Extraño, como un incómodo cruce de miradas por el retrovisor. Ni siquiera sé si existes. Eres sólo un susurro impertinente.
Esa clase de miseria que atrapa a los insensatos, que los ahoga y se disuelve, sin dejar pruebas del crimen.
En lo más profundo, supongo, no soy tan diferente a ti. Yo también sueño, también anhelo algún tipo de existencia errante.
En cierto modo, reto a la nada con la peor excusa que encuentro, sólo para que sepa que soy mejor que ella. Y si te miro, es porque alguna parte de ti sigue siendo éste yo que ahora escribe.
Nadie ha dicho que tenga que ser algo bueno o bonito, pero te aseguro que nada de esto sale barato.
Siempre supe que acabaríamos perteneciendo a los días que no llegaban. Ya sabes, esos lugares, a los que, al final, nunca se acaba yendo.
Con suerte habrán dos o tres tormentas más, pero probablemente no de las que un loco recitó una vez. Haz algo por mí, aunque no veas el relámpago, recuerda que puedes salvaguardar su eco.
Y ahora, olvida todo esto. Porque igual no te estoy mintiendo, pero tampoco te estoy diciendo la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario